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PRIMEROS REINOS DE TAIFAS (1031 - 1090)

El Califato de Córdoba supuso el periodo de máximo esplendor político y económico de Al-Ándalus, pero, como todo, tiene un fin.

Tras la muerte del caudillo Almanzor en el 1002 y la del califa Hisham II en el 1013 el califato se sumió en una etapa de inestabilidad política en el que se sucedieron una serie de califas que gobernaron durante un periodo de tiempo breve. Desde el año 1009 las guerras civiles mermaron el poder de Al-Ándalus y se conformó en numerosos gobiernos locales aún bajo la hegemonía del califa de Córdoba. Hasta el año 1031, cuando, a la muerte de Hisham III la unidad política y administrativa que era el Califato se desintegró en esos poderes independientes.    

Desaparecido el califato cordobés y separados los dominios de Sancho III, la Península se halla dividida en numerosos reinos en constante guerra. La población musulmana es la que sufre directamente los efectos de la guerra y las presiones de los cristianos; mientras Al-Ándalus se debilitaba económicamente, los reinos cristianos se estaban reforzando gracias, entre otras cosas, a las parias.

La facilidad con la que los distintos reinos de taifas se unen y separan impide hablar de un número concreto de taifas y establecer los territorios que controlaban, así como debemos tener en cuenta que cada una de éstas era controlada por una etnia diferente o  por diferentes familias. Aún así podemos reconstruir un mapa-tipo de los reinos en este periodo

De hecho podemos observar algún momento en que las taifas más poderosas intentaron aunar otras, como las de Sevilla o Granada, las cuáles se expandieron hacia el sur. A mediados del siglo XI solamente subsisten las taifas andalusíes de Sevilla, Córdoba (que se une a esta última en 1070), Toledo, Badajoz y Zaragoza, la controlada por beréberes de Granada o las eslavas de Valencia o Denia.

Se trata de un periodo de clara desestabilidad política, económica y militar, al menos en el territorio de Al-Ándalus. Los reinos cristianos, aunque superiores en este momento, no disponen de hombres ni recursos suficientes para realizar una ocupación efectiva de los territorios musulmanes, por lo que los explotan mediante pequeñas razias (cabalgadas) y altos tributos (parias). 

Esta situación comenzará a cambiar cuando, en torno al último cuatro del siglo XI, al-Qadir, gobernante de las taifas de Toledo, Córdoba y Valencia se enfrentó a Alfonso VI, por entonces ya rey de Castilla, León y Galicia. Sin embargo las inminentes revueltas castellanas en estas ciudades provocaron un mayor conflicto entre éstos y otros gobernadores de las taifas o ciudades aliados de los castellanos, por lo que al-Qadir acabó aceptando las exigencias de Alfonso VI.

Debido a esto aumentó el descontento entre la población musulmana, quien ofreció el reino al soberano de Badajoz. Así, al-Qadir pidió ayuda a Alfonso VI y le ofreció la ciudad de Toledo a cambio de que éste le ayudara a conquistar la taifa de Valencia. Algunos gobernadores se opusieron a esto e hicieron pactos entre ellos para hacer frente a esta alianza. Finalmente, en el año 1085, tras cuatro años de confrontaciones la ciudad se rindió al rey castellano. 

La ocupación de Toledo, unido a las nuevas presiones económicas, provocaron el miedo en los reyes de las taifas de Sevilla, Granada y Badajoz, las más poderosas, quienes pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África, los almorávides. Éstos crearon un Imperio alrededor de la zona del Magreb y amenazaban con embarcar en Al-Ándalus desde mediados del siglo XI, pero ante el rechazo de los gobernadores de las taifas debido al miedo que tenían de que estos fanáticos religiosos les invadiesen, no pisaron tierra andalusí hasta entonces.   

Fue así como surgió la presencia almorávide en Al-Ándalus, al mando de quienes estaba Yusuf ibn Tasufin. Los almorávides y sus aliados derrotaron a los cristianos en la batalla de Sagrajas en el 1086. Desde entonces, y a pesar de los esfuerzos del rey Alfonso VI por mantener su dominio económico, Yusuf fue ocupando las diversas taifas, como Sevilla en 1091 o Badajoz en 1094. Las únicas que resistieron un tiempo más, apoyadas por el renovado poderío militar cristiano, fueron la de Valencia, ocupada por Rodrigo Díaz, más conocido como el Cid Campeador, en 1094, y la cual fue definitivamente conquistada en 1102; y la de Zaragoza, anexionada en 1110.

Este será el final de la incursión almorávide en Al-Ándalus, aunque se reconoce el dominio del Imperio Almorávide como efectivo en la Península Ibérica desde 1090, pasando las taifas de los reyes hispanomusulmanes a ser una provincia periférica del reino del norte de África.  

 

   

BIBLIOGRAFÍA:

MARTOS QUESADA, Juan, «Los reinos de Taifas en el siglo XI», en Ana I. Carrasco, Juan Martos y Juan A. Souto, Al-Andalus, Madrid, Istmo (Historia de España. Historia medieval, VI), 2009, págs. 147-272

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